HISTORIAS CON PARECIDOS

martes, 19 de febrero de 2019

Transiciones



Siempre fueron difíciles para mí las transiciones.
Tal vez sea éste uno de los motivos de vivir un paso adelante de donde estaba.
Confundirlo con ansiedad es muy fácil, yo lo veo diferente.

Las esperas son inevitables.
En todo proceso hay tiempos, inherentes al mismo, o a quienes participan en él.

Atravesar las esperas fue siempre una tortura, hoy solo me genera incomodidad.

En definitiva mejoré trabajando duro, y acepté que la condición con la que convivo, el TDAH, es responsable de la enorme vivencia de malestar ante una pausa.

Mi mejor antídoto fue siempre estar en movimiento. Nada mejor que ser muy activa entonces.
Casi solucionado el problema, si no fuera porque iniciar otro proceso paralelo fue un  engaño mas que una solución. Mi estrés escaló hasta el Himalaya y trajo consigo, sus propias pausas ineludibles llevándose mi paz a cambio.

Tengo que ser consciente que fue aprender a lidiar con la falla en el sistema, lo que me sacó un enorme peso.
Aprendí a manejar mucho mejor esta incomodidad, cuando logré disfrutar de los procesos.
Acepté que funciono en forma diferente y soy menos dura conmigo cuando no logro hacerlo.

Hoy mis tiempos de espera se tiñen de incertidumbre, cuando lo único cierto es el desenlace. Y este proceso, el de acompañar a caminar hacia el final del camino a un ser muy querido, ya me eligió antes.
Es hoy mas difícil cuando es mi madre, es claro que el disfrute en esta espera no existe.
Pero si disfruto de la paz que obtuve con la aceptación y la entrega consciente.

Saber que todos vamos a atravesar esa misma línea de llegada, me hace recordar lo trascendente de proteger nuestros vínculos con los que amamos, de reparar, de estar en paz con nosotros para poder despegar sin equipaje.
Vivir con TDAH, siendo una niña torbellino, desafiante, olvidadiza, desprolija, impredecible, inquieta, curiosa, torpe, impulsiva, inestable y llorona, descolocó a mi madre quien pasó muchos años tratando de domesticarme.

Peleas, enojos, castigos, rechazo, fueron el saldo de aquella época muy dura por cierto.

Hoy siento que la ignorancia nos dejó a ambas enredadas en un vínculo disfuncional. 


Yo soy una de las tantas hijas, que esperó por ser aceptada una vida entera.
Una proveedora constante, dependiente de acciones hacia otros que me garantizaran no quedarme afuera. 
Complaciente, necesitando buscar la aprobación en forma constante.
Así recorrí gran parte de mi vida.
Cuando un padre comprende que su hijo no elige portarse mal, u olvidar su paraguas, puede interactuar con cariño, con estrategias que los ayuden a ambos. 
Pues todo niño debe crecer rodeado del amor incondicional de sus padres.
Yo reparé mi propia historia cuando la vida me regaló la oportunidad de ser madre.

Hoy mas que nunca, a todas las madres les pido que mas allá del enorme trabajo que
sus hijos puedan generarles, sepan que amarlos tal como son, es mas importante que llevarlos mensualmente a sus consultas, cumplir con su medicación y sus espacios terapéuticos
puede ser muy importante, pero no lo es todo.
Jugar a diario, reír con ellos, acompañarlos con el respeto, preservando su integridad
y ayudándoles a consolidad una autoestima real, no dibujada, es lo que construye un vínculo indestructible.

Hoy lamento no haber sabido que el TDAH fue el responsable. Mi madre hizo
lo que creyó me haría aprender a funcionar como era esperable, mas en
una época como la de antes, donde un niño obediente era un buen niño, y uno difícil debía
ser ajustado a lo socialmente adecuado.

No guardo rencor, solo el dolor que representa haberme perdido la posibilidad de tener
el vínculo que si logré yo con mis hijas.
Por un futuro donde nadie ignore el enorme daño que un TDAH
sin diagnóstico genera.

Siempre me sirve encontrar algo que sume en medio de transitar el dolor.
Lo primero, es aceptarlo. 
Lo segundo seguir con la misión que abrazo desde hace 23 años.

Gracias a todos, porque hoy este escrito es para mí un oasis.

Norma Echavarria
19 de Febrero 2019