Una casa, inicialmente suele estar vacía.
Se mudan los tórtolos, novios, o recién casados, y de allí en adelante armaran el hogar donde empollaran su cría, en caso que eso sea posible.
Una casa adediana, eso incluye departamentos, o pisos como les llaman en España, se irá llenando de cosas muchas veces sin seguir ningún criterio. Ni decorativo, ni útil.
Probablemente lo mas adecuado sería mencionar que el criterio, es la ausencia del mismo.
Muebles heredados, comprados, regalo de bodas, serán ingresados al espacio sin demasiado cuidado.
Todo sitio tiene un límite. Paredes, ventanas, techos ofrecen superficies que obviamente delimitan un espacio finito.
Eso no significa delgado. Implica que termina. Una pared de tres metros, tiene exactamente eso, tres metros.
Pero un buen ejemplo es el de comprar un sillón enorme, porque en el salón donde lo exhiben parece increíblemente atractivo. Pero luego, o no subirá por las escaleras, o no atravesará la puerta, o simplemente interrumpirá el paso, porque nadie, absolutamente nadie, pensó en donde iban a ubicarlo, antes de firmar o cerrar el trato.
Falta de planificación, impulsividad, el ya mismo, el entusiasmo desmedido, la dificultad frente a la espera, y el rechazo a todo aquello que implique varios pasos son parte de las razones de tener una escenografía bizarra.
No solo eso, sino carísima.
Se mudan los tórtolos, novios, o recién casados, y de allí en adelante armaran el hogar donde empollaran su cría, en caso que eso sea posible.
Una casa adediana, eso incluye departamentos, o pisos como les llaman en España, se irá llenando de cosas muchas veces sin seguir ningún criterio. Ni decorativo, ni útil.
Probablemente lo mas adecuado sería mencionar que el criterio, es la ausencia del mismo.
Muebles heredados, comprados, regalo de bodas, serán ingresados al espacio sin demasiado cuidado.
Todo sitio tiene un límite. Paredes, ventanas, techos ofrecen superficies que obviamente delimitan un espacio finito.
Eso no significa delgado. Implica que termina. Una pared de tres metros, tiene exactamente eso, tres metros.
Pero un buen ejemplo es el de comprar un sillón enorme, porque en el salón donde lo exhiben parece increíblemente atractivo. Pero luego, o no subirá por las escaleras, o no atravesará la puerta, o simplemente interrumpirá el paso, porque nadie, absolutamente nadie, pensó en donde iban a ubicarlo, antes de firmar o cerrar el trato.
Falta de planificación, impulsividad, el ya mismo, el entusiasmo desmedido, la dificultad frente a la espera, y el rechazo a todo aquello que implique varios pasos son parte de las razones de tener una escenografía bizarra.
No solo eso, sino carísima.