Y Mariel, salió de su casa.
En medio de una ilusión que la hacía sentir cual un gigante, buscó la manera de empezar esa nueva etapa.
Y recién allí se dió cuenta que debía hacer una larga fila.
Había un examen de ingreso, y de los difíciles.
Ingresar a la Universidad de Buenos Aires, no era igual que ir a la Universidad privada. Otra vez decidía sin saber exactamente que enfrentaría.
Eran 900 puestos, para 10000 inscriptos.
Mariel, debería sentarse a estudiar duro.
Pero ya a esta altura sabemos que para ella se había tornado un desafío.
Y allí quedó escondida otra posibilidad de ser descubierta... Nadie sospecharía jamás que Mariel era desatenta, cuando entró entre los primeros 50 promedios..
El problema mas duro sería el viaje. Y el recordar que debería anotarse sola. Organizarse era casi imposible y hacerlo consumió horas enteras de una juventud monopolizada por un enemigo sin nombre.
Ella tenía serios problemas en el manejo de las esperas.
Minutos muertos era la calificación de todo tiempo en que se sentía atrapada esperando.
Insostenible ansiedad y tensión que surgía cuando perdía preciosas horas, en micros, trenes y subtes.
Pero su nuevo rumbo académico estaba a 40 km.
Entrenada en manejo eficiente del tiempo, para enfrentar su intolerancia a las esperas, es como nuestra amiga recorrió esos 5 años.
Un año viajó en auto, y eso era otra cosa.
A pesar de que un par de veces dejó las llaves adentro, y tuvo que llamar y pagar un cerrajero, nadie pensaba que Mariel tenía ningu`ún problema.
Ni el día que dejó el auto estacionado y volvió viajando dos horas ensimismada concentradísima en sus apuntes.
Podía estudiar en el tren, pero olvidaba todo lo que la rodeaba mientras lo hacía. Hasta como había viajado ese mismo día.
Libros y traducciones que acompañaron el trayecto de viajes eternos, permitieron que superase las largas sesiones de espera. Grababa sus temas y los escuchaba en el camino. Ideas de avanzada...
Y la comunión con la que sería a partir de allí su gran amiga. Elena le agregó a sus sistemas el eslabón que faltaba.
Elena, era quien firmaba por ella, sabiendo que Mariel odiaba perder el tiempo. Elena copiaba las clases en que Mariel volaba con su mente.
Su amiga siempre sabía que estudiar, y de que fuente. Mariel organizaba el estudio.
Hicieron una buena dupla.
Mas difícil entonces que alguien descubriera sus faltas.
Elena funcionaba como la parte perdida de su cerebro...
La paradoja a su vulnerabilidad distractiva, fue que pudiera concentrarse en medio del ruido.
Ella construía un mundo donde nada mas que su pasión se pércibía.
Y el guardapolvos le devolvió la vida.
Y la motivación y el entusiasmo. Y encontró que la medicina le facilitó el estudio.
Y como no había láminas ni tablero, podía estudiar caminando.
Y es lo que hacía, y entre agosto y diciembre lo hacía afuera. con olor a césped y a sol se sentía libre.
Ydescubrió que sus cambios del entusiasmo al aburrimiento súbito estaban muchas veces guiados por la pérdida de sentido, la frustración y la dificultad para transitar el terreno de sus debilidades.
Aun sin entenderlo claro, sabía que los nuevos libros prendían la llama de una curiosa pasión que se lo hacía mas fácil.
Y le ayudó la disciplina aprendida junto a su maestro.
Y practicó sistemáticamente el ejercicio de una planificación ordenada.
Estudiaba a diario, leía libros enormes, y construía cuadros de colores, que alojarían la clave de la única evocación posible.
Pero ese sistema que otros parecían no requerir para hacer el mismo trabajo le llevaba muchísimas horas.
Igualmente ese esfuerzo fue lo que consumió toda otra posibilidad de disfrutar su vida.
Se acabaron sus hobbies, su libertad quedó altamente amenazada, lo mismo que su calma.
Su única amiga permanente, parada junto a su silla esperando el abrazo, era su guitarra, y con ella su canto y sus vuelos.
A duras penas, lo único que sostuvo fue su noviazgo.
Un precio muy alto por usar el deseado guardapolvo blanco.
Su vida fue lentamente consumida por el estudio. No lograba organizarse, todo le llevaba demasiado tiempo, el viaje, vestirse, traducir los libros, pero entender, era paradójicamente un juego de niños.
En medio de una ilusión que la hacía sentir cual un gigante, buscó la manera de empezar esa nueva etapa.
Y recién allí se dió cuenta que debía hacer una larga fila.
Había un examen de ingreso, y de los difíciles.
Ingresar a la Universidad de Buenos Aires, no era igual que ir a la Universidad privada. Otra vez decidía sin saber exactamente que enfrentaría.
Eran 900 puestos, para 10000 inscriptos.
Mariel, debería sentarse a estudiar duro.
Pero ya a esta altura sabemos que para ella se había tornado un desafío.
Y allí quedó escondida otra posibilidad de ser descubierta... Nadie sospecharía jamás que Mariel era desatenta, cuando entró entre los primeros 50 promedios..
El problema mas duro sería el viaje. Y el recordar que debería anotarse sola. Organizarse era casi imposible y hacerlo consumió horas enteras de una juventud monopolizada por un enemigo sin nombre.
Ella tenía serios problemas en el manejo de las esperas.
Minutos muertos era la calificación de todo tiempo en que se sentía atrapada esperando.
Insostenible ansiedad y tensión que surgía cuando perdía preciosas horas, en micros, trenes y subtes.
Pero su nuevo rumbo académico estaba a 40 km.
Entrenada en manejo eficiente del tiempo, para enfrentar su intolerancia a las esperas, es como nuestra amiga recorrió esos 5 años.
Un año viajó en auto, y eso era otra cosa.
A pesar de que un par de veces dejó las llaves adentro, y tuvo que llamar y pagar un cerrajero, nadie pensaba que Mariel tenía ningu`ún problema.
Ni el día que dejó el auto estacionado y volvió viajando dos horas ensimismada concentradísima en sus apuntes.
Podía estudiar en el tren, pero olvidaba todo lo que la rodeaba mientras lo hacía. Hasta como había viajado ese mismo día.
Libros y traducciones que acompañaron el trayecto de viajes eternos, permitieron que superase las largas sesiones de espera. Grababa sus temas y los escuchaba en el camino. Ideas de avanzada...
Y la comunión con la que sería a partir de allí su gran amiga. Elena le agregó a sus sistemas el eslabón que faltaba.
Elena, era quien firmaba por ella, sabiendo que Mariel odiaba perder el tiempo. Elena copiaba las clases en que Mariel volaba con su mente.
Su amiga siempre sabía que estudiar, y de que fuente. Mariel organizaba el estudio.
Hicieron una buena dupla.
Mas difícil entonces que alguien descubriera sus faltas.
Elena funcionaba como la parte perdida de su cerebro...
La paradoja a su vulnerabilidad distractiva, fue que pudiera concentrarse en medio del ruido.
Ella construía un mundo donde nada mas que su pasión se pércibía.
Y el guardapolvos le devolvió la vida.
Y la motivación y el entusiasmo. Y encontró que la medicina le facilitó el estudio.
Y como no había láminas ni tablero, podía estudiar caminando.
Y es lo que hacía, y entre agosto y diciembre lo hacía afuera. con olor a césped y a sol se sentía libre.
Ydescubrió que sus cambios del entusiasmo al aburrimiento súbito estaban muchas veces guiados por la pérdida de sentido, la frustración y la dificultad para transitar el terreno de sus debilidades.
Aun sin entenderlo claro, sabía que los nuevos libros prendían la llama de una curiosa pasión que se lo hacía mas fácil.
Y le ayudó la disciplina aprendida junto a su maestro.
Y practicó sistemáticamente el ejercicio de una planificación ordenada.
Estudiaba a diario, leía libros enormes, y construía cuadros de colores, que alojarían la clave de la única evocación posible.
Pero ese sistema que otros parecían no requerir para hacer el mismo trabajo le llevaba muchísimas horas.
Igualmente ese esfuerzo fue lo que consumió toda otra posibilidad de disfrutar su vida.
Se acabaron sus hobbies, su libertad quedó altamente amenazada, lo mismo que su calma.
Su única amiga permanente, parada junto a su silla esperando el abrazo, era su guitarra, y con ella su canto y sus vuelos.
A duras penas, lo único que sostuvo fue su noviazgo.
Un precio muy alto por usar el deseado guardapolvo blanco.
Su vida fue lentamente consumida por el estudio. No lograba organizarse, todo le llevaba demasiado tiempo, el viaje, vestirse, traducir los libros, pero entender, era paradójicamente un juego de niños.