Familia y crisis
Cuando el sistema familiar está crónicamente expuesto a las crisis sorpresivas generadas por uno o más hijos afectados por un Déficit de Atención, severo puede verse arrastrado hacia diferentes ámbitos.
Pero estará involucrado aunque no quiera hacerlo.
La familia se ve bombardeada por episodios en los que siempre se cae algún techo, o alguna estantería.
Siempre sin previo aviso.
Hasta que nos acostumbramos a vivir en zona de huracanes.
La repetida escena de padres, y hermanos agobiados, sumidos en la vergüenza de sentirse expuestos a un sinnúmero de situaciones que parecen inexplicablemente repetirse, exige que la preocupación se transforme en medidas que den fin al problema.
Porque no podremos darle fin ni a nuestro rol ni a nuestros hijos.
Familias que van transitando diferentes etapas, emparchando diferentes situaciones conflictivas, solo serán familias que se verán enfrentadas una y otra vez a momentos cada vez mas comprometidos.
Pero, que lleva a las familias a sobrellevar las crisis una tras otra, casi indefinidamente?
Por que extraña razón, los padres adquirimos tranquilidad comprando nuevos pedidos de oportunidades a quien no es capaz de cumplir con ellas?
Empezar a enumerar el vasto crisol de ocasiones en que un padre se enfrenta a los problemas de los hijos que afectados continúan generando sucesivas crisis podría ser un buen inicio, para lograr evaluar la seriedad y la necesidad de tomar medidas en este tema.
Hijos que mienten, ocasionalmente primero, tan solo para evitar ser descubiertos en alguna situación indebida, dicen que hicieron lo que olvidaron hacer, luego deben sostener la mentira, que es en si misma un agobio extra para ellos.
Hijos que no pueden tomar decisiones apropiadas, por su impulsividad o falta de planificación, cuando crecen adquieren derechos que les permiten accionar una y otra vez enredándose en problemas serios.
Hijos que no saben manejar los impulsos, que manejan vehículos a alta velocidad, que los chocan, los abandonan, los dañan por descuidos generados por la inmediatez de necesidades que los tiranizan, andan por autopistas, sin posibilidad de registro de consecuencias posibles. No solo son un peligro para ellos, sino para los que van en sus automóviles, o los que se crucen en su camino.
Hijos que empiezan a manejar dinero, que gastan sin control ni registro, que se involucran en problemas en el que las deudas se instalan, sorprendiendo a una familia cada tanto, y obligando a todos a una ayuda imperativa, en medio de cada crisis.
Hijos que no pueden sostener una motivación ni por un estudio, ni por un trabajo, hijos que parecen “vagos” pero en verdad están enfermos, reciben sistemáticamente la presión de un entorno que está acostumbrado a descalificar sus acciones.
Hijos protagonistas de promesas incumplidas pero cíclicas, “esta carrera si voy a estudiarla…” “ahora te juro que voy a ponerme las pilas…” Ya me voy a recibir, yo se lo que hago….cuando transitan por las universidades, o peor aún si no han logrado salir del laberinto del colegio secundario donde quedaron atascados injustamente.
Hijos a los que les otorgamos nuevos créditos de confianza, hasta que se nos acaban.
Hijos que arrastran tras de sí una mochila enorme y pesada.
Arrastran consigo un historial de fracasos, y decepciones, de golpes y de descréditos.
Arrastran consigo a otros, porque como adultos adquieren la posibilidad de asumir responsabilidades civiles, para las que no están capacitados, viven una vida haciendo las cosas que los “adultos” sin problemas hacen.