
Frente a la realidad que la inundaba y la llenaba de agobio, el verde que era una invitación a la tranquilidad, no era más que otra forma de escapar.
Sosteniendo su cabeza, y a su vez dejándola caer, el peso de la historia la abrumaba nuevamente y la obligaba a partir.
Siempre se preguntó como cualquiera fuese la situación, siempre volvía al mismo lugar.
Era la sensación de agobio, y una preocupación constante lo que se repetía.
Sentada frente a la interminable y desordenada pila de papeles, que parecían reproducirse día a día, necesitó encontrar finalmente la salida del laberinto de su vida.
Siempre lo mismo, enfrentar a diario muchas más tareas de las que en realidad podía manejar.
¿Pero cómo llegaba siempre allí?
Si bien fue una cualidad suya tener miles de ideas, sabía que caía en la trampa de darles curso, y arrancar con proyectos que en un principio eran mucho más que eso, eran algo así como una rampa de despegue.
Así lo sentía, una y otra vez.
Las ideas fluían en su mente como si partiesen de una vertiente, o de un pozo de petróleo que en forma ingobernable la inundaba sin tregua.
Tener ideas nuevas, originales permitía darle un lugar a su gran imaginación y don creativo.
Siempre tuvo una fortaleza en ello.
El gran problema es que ese flujo incontrolable se tornaba su enemigo a corto plazo.
Ideas que desviaban sistemáticamente la atención que debía seguramente estar asignada a otro proyecto en curso.
Así había llegado a la pila de papeles, y proyectos que parecían con su sola presencia decir “hazte cargo”.
La presión creciente, la ansiedad y la preocupación limitaban entonces el entusiasmo.
La motivación se derrumbaba y daba paso al aburrimiento y en ese terreno fértil nacía otra idea llena de la energía de la novedad.
Ella se había dado cuenta que su mayor enemigo vivía en su interior.
Por más que repitiese, “no debo abandonar mis proyectos”, la seducción de la novedad era tan poderosa que vencía una y otra vez.
Su gran imaginación le permitía imaginarse sentada en medio de un enorme espacio, totalmente atrapada entre miles de cajas.
Cajas de muchos tamaños y aspectos, algunas sumamente pequeñas, otras enormes.
Todas de diferente origen, pero con los resabios de aquello atractivo que le hiciese darle ingreso.
Allí a través de esa imagen pudo descubrir que las cajas, que la atrapaban y no le permitían accionar, no surgían solo de su capacidad creativa.
Muchas de las cajas venían del afuera.
Estas múltiples tareas que finalmente se traducían en la presión que la aplastaba, venían también de lo que los demás depositaban en ella.
Algunas oportunidades debido a que los demás veían en ella una enorme capacidad de abarcar y una gran energía al hacerlo.
La velocidad, su accionar en varias áreas simultáneas, daban al resto una impresión de eficiencia y seguridad.
Ella disfrutó siempre de poder accionar en simultáneo.
Así aprendió a lidiar con el tremendo aburrimiento que sistemáticamente la invadía cuando bajaba la velocidad.

Así era como entraban cajas y más cajas sin cesar.
Estar sobrepasada, la dejaba no solo en permanente tensión, sino tan ocupada, que le era imposible planificar ninguna actividad recreativa o social.
Encerrada en un círculo de cajas quedaba oculta y sola.
Sola como se sentía esa tarde.
Que enorme paradoja…. Ella que no podía parar de accionar, y en su accionar descontrolado, se generaba la parálisis, el agobio y la angustia que detenían su crecimiento.