CUANDO COMUNICARSE GENERA INTERFERENCIAS
Todos creemos que comunicarse parece sencillo. Hablar, sin embargo no implica comunicarse.
Decir lo que queremos o lo que necesitamos, puede ser un viaje sin retorno, lo mismo que lo será no hacerlo.
Una persona con TDAH, suele tener serios problemas comunicación.
Recordemos que existen características, como la desatención, que llevan al sujeto a estar muchas veces perdido en el silencio, pero aturdido por sus pensamientos internos.
Está presente frente al otro, que ignorando su condición lo supone atento al mensaje.
Por momentos cree que el mensaje fue recibido, tan solo porque la mirada los mantiene conectados.
Los mensajes así emitidos hacia el sujeto desatento, sin embargo no llegaron nunca “a destino”.
Este pequeño ejemplo en lo cotidiano es motivo de múltiples reclamos, “nunca me escuchas”, “no te importa lo que te digo”, “yo no te importo”, o bien el famoso “ya te lo dije”.
La persona que piensa en otras cosas mientras le hablan no puede retener ni el contenido del mensaje, ni el momento en el que el mismo fue emitido, simplemente no registra lo oído. Sabemos que escuchar es interpretar, y la escucha activa implica que nuestro pensamiento esté funcionando mientras escuchamos....pero sintonizado en el canal de ESA comunicación..
Por otro lado, aunque no participe directamente como receptor de mensajes, parece como ausente.
Estar en un ámbito, y permanecer ajeno a la interacción social, también suele generar una visión del sujeto como extraño. Resultado de lo cual el mismo pasa a ser sutil y progresivamente excluido.
La visión de la persona cuando se “despierta” de su aislamiento, es de no poder ser parte de los diálogos sociales, de los chistes, o miradas cómplices, que por lo general forman una parte muy importante en la comunicación humana.
Muchas son las oportunidades en las que un desatento no participa, porque como consecuencia de su poco entrenamiento comunicacional, se ve sin habilidades para ello, o bien desatento a aquellos pequeños códigos no verbales, parece estar en una frecuencia diferente…
Otras veces la inseguridad, y el temor al rechazo, o a la burla, producto de las innumerables oportunidades en las que irrumpe en conversaciones, totalmente fuera de frecuencia, lo llevan al silencio.
Allí los pensamientos que se apoderan de él son pensamientos de desvalorización y recurrentemente negativos.
Se dispara una espiral de conexiones inhibitorias que no hacen más que sumergirlo en la desconexión.
Los reclamos ante el silencio, reconfirman sus defectos y así entra en un ciclo donde apartarse es mejor para sobrevivir.
La misma inseguridad, que motiva muchas veces una actitud de sumisión o complacencia, para evitar el conflicto o ser aprobado, hace que si en alguna oportunidad se conecte no diga lo que en realidad piensa.
El asentir, o el silencio, llevan a su interlocutor a interpretar su acuerdo, lo que luego ante la primera dificultad genera el tan temido conflicto.
La incomprensión de un sujeto que vive tratando de evitar conflictos, y experimenta permanentemente relaciones conflictivas, deja una sensación de perplejidad displacentera.
La inseguridad por otro lado, muchas veces se oculta detrás de patrones de pensamiento muy rígidos y desadaptativos, lo que hace que pueda aparecer con posiciones obcecadas.
O que tan solo diga las cosas de manera explosiva, cargando su mensaje de agresividad hiriendo al interlocutor “de muerte”, porque pegar con las palabras suele ser otro hecho contundente y habitual en su comunicación.
A pesar del arrepentimiento, esa es la única forma en la que puede comunicarse, por lo cual difícilmente se disculpe o reconozca lo hiriente de su mensaje.
El hiperactivo, o impulsivo, suele tener una situación en el inicio opuesta.
Habla en exceso, tampoco escucha lo que el otro dice, o interrumpe a los demás en sus discursos.