Ser adultos, significa hacernos responsables. Primero independientes de la necesidad de supervisión paterna, luego de la de nuestros maestros, y luego poder hacer que nuestra voluntad obedezca.
Porque hacerse grande es tomar acciones solos, que seguramente involucran a otros.
Y entonces aparecen los compromisos. Los que nos piden, los que ofrecemos.
Todos.
Para con otros, para con nosotros mismos.
Nos piden que estudiemos, nos piden que llevemos un mapa, nos piden silencio, nos piden ayuda en algo, nos piden que tengamos tiempo, nos piden que escuchemos, nos piden fidelidad, nos piden que los tengamos en cuenta.
Y así también ofrecemos. Porque estamos en condiciones en ese momento, ofrecemos ayuda, ofrecemos llamarlos, ofrecemos trabajo, u ofrecemos nuestro compromiso, ofrecemos contactos, cuando solo sabemos sus nombres, ofrecemos prestamos, sin medida o sin cuidados.
Y así exactamente igual, nos comprometemos con nosotros miles de veces. Prometemos levantarnos temprano, iniciar la dieta, arreglar el escritorio, contestar correos, llamar al amigo, prometemos organizarnos...pero nos defraudamos nosotros mismos.
Y quedó así sellado un pacto, que en realidad carece de la estructura de una promesa, pero parece.
Porque muchas veces no sabemos si nos han escuchado o entendido. Si tenemos las posibilidades, de cumplir, o de realizar lo prometido.
O nadie estipuló el tiempo para cumplir con el compromiso, o se hizo en forma poco realista.
Muchas son las veces la promesa o el compromiso son bastante difusos, vagos, ambiguos.
Entonces no queda claro ni lo que pedimos, ni lo que ofrecieron. No es posible ejercer ningún reclamo. Inseguridad entonces aparece a cambio.
Porque hacerse grande es tomar acciones solos, que seguramente involucran a otros.
Y entonces aparecen los compromisos. Los que nos piden, los que ofrecemos.
Todos.
Para con otros, para con nosotros mismos.
Nos piden que estudiemos, nos piden que llevemos un mapa, nos piden silencio, nos piden ayuda en algo, nos piden que tengamos tiempo, nos piden que escuchemos, nos piden fidelidad, nos piden que los tengamos en cuenta.
Y así también ofrecemos. Porque estamos en condiciones en ese momento, ofrecemos ayuda, ofrecemos llamarlos, ofrecemos trabajo, u ofrecemos nuestro compromiso, ofrecemos contactos, cuando solo sabemos sus nombres, ofrecemos prestamos, sin medida o sin cuidados.
Y así exactamente igual, nos comprometemos con nosotros miles de veces. Prometemos levantarnos temprano, iniciar la dieta, arreglar el escritorio, contestar correos, llamar al amigo, prometemos organizarnos...pero nos defraudamos nosotros mismos.
Y quedó así sellado un pacto, que en realidad carece de la estructura de una promesa, pero parece.
Porque muchas veces no sabemos si nos han escuchado o entendido. Si tenemos las posibilidades, de cumplir, o de realizar lo prometido.
O nadie estipuló el tiempo para cumplir con el compromiso, o se hizo en forma poco realista.
Muchas son las veces la promesa o el compromiso son bastante difusos, vagos, ambiguos.
Entonces no queda claro ni lo que pedimos, ni lo que ofrecieron. No es posible ejercer ningún reclamo. Inseguridad entonces aparece a cambio.