Cazadores de pesca?
Buscar una presa requiere sigilosamente perseguirlas al sitio adonde habitan.
Pero un cazador de raza lleva siempre el arma encima.
Porque en cualquier momento puede aparecer una.
Va buscando presas en donde nadie lo haría. No aceptan perder nunca, cuando hacen puntería.
Llevan sus armas en el baúl, en la guantera, en el bolsillo interno del saco, un cazador de sangre vive de caza aun cuando cargue consigo su última presa.
La seducción es un tipo de cacería, que genera un juego en si misma, que se instala en el desafío constante a quien la ejerce.
Una suerte de prueba de auto superación, una auto competencia que les devuelve valía.
Una valía de la que adolecen.
Un cazador jamas se casa y abandona el juego.
Solo estaciona por un tiempo, y porque estar detenido pasa a ser una tortura recomienza su ritmo furtivo casi inmediatamente.
Cazadores de ambos sexos, sujetos que aún durante su luna de miel no abandonan el juego de una seducción a mansalva.
Nada detiene a alguien que en su instinto lleva la consigna de ganarse cuanta presa elija.
Eligen, apuntan y arrastran, sujetos consigo solo como trofeos.
Trofeos que olvidan arrumbados en sus repisas.
Poder, pasión, diversión, locura, romanticismo y protagonismo de héroe o heroína. Una imitación momentánea de un poder y una seguridad que no tienen.
Adrenalina, riesgo, juego y toda la aventura de lograr que ese otro quede hipnotizado utilizando una identidad fabricada con tal propósito manipulan los afectos como si fueran acciones de bolsa.
El vértigo pasa a ser condición imprescindible de todo inicio, tan reiterados que jamás llegan a consolidarse en un vínculo.
No existe el otro, todo vale y la mentira es el epicentro del sismo.
La cacería se inicia en un deseo propio y termina cuando este es saciado.
La insatisfacción da lugar a un nuevo ciclo.
Del romanticismo al desprecio y a la huída hay poco recorrido habitualmente.
Cazadores de presas lo son habitualmente de cuanto sujeto se acerque, trabajo, posibilidad, oportunismo llevado al extremo.
Un estilo insaciable de apetito que se transforma en un dolor de estómago muy pronto.
Nadie parece resistirse al hechizo seductor que se despliega con extremo cuidado.
El objetivo no es la conquista por lo conquistado, sino por la demostración de poder que le devuelve el hecho.
Sentirse más que los otros, el objetivo.
Distraídos de saber que quieren.
Quienes son o hubieran podido ser realmente.
Detrás de sujetos que solo inician con pasión historias, se hallan sujetos que solo pueden vivir solos. En la mirada egocéntrica, existe la absoluta discapacidad para incluirse en una historia de dos.
Ese otro jamás deberá decir, ni cambiar, ni pedir nada.
Ni bien cambia el monólogo unidireccional, le plantea al cazador un imposible.
Escuchar al otro.
Adaptarse a sus necesidades.
Modificar sus objetivos.
Negociar posiciones.
Imposibilitado de instalarse en forma vincular, solo se quedan mientras su poder ejerza magnetismo.
Y luego parten, evitando dar cuentas, hiriendo, o destruyendo su propio cuento de hadas para no ser seguidos.
Cubiertos de cosas materiales, rodeados de objetos atractivos, del brillo que utilizan como usaron los espejitos los españoles en la conquista...disimulan su vacío y la soledad de sus tiranías.
Seductores, que si no obtienen su presa sacan garras y dientes, dejan de lado protocolo y ceremonial por una abierta hostilidad cuyo objetivo es eliminar al sujeto que desafía su poder y voz de mando.
Tengan cuidado.
Hay muchos cazadores sueltos.
Tómense un tiempo, piensen y esperen, ni bien vean algo que brilla.
Es muy difícil caer atrapado si uno se mantiene atento.
La escenografía tarde o temprano deja ver que solo es una fachada.
Norma Echavarría
Copyright
6/5/2011
Buscar una presa requiere sigilosamente perseguirlas al sitio adonde habitan.
Pero un cazador de raza lleva siempre el arma encima.
Porque en cualquier momento puede aparecer una.
Va buscando presas en donde nadie lo haría. No aceptan perder nunca, cuando hacen puntería.
Llevan sus armas en el baúl, en la guantera, en el bolsillo interno del saco, un cazador de sangre vive de caza aun cuando cargue consigo su última presa.
La seducción es un tipo de cacería, que genera un juego en si misma, que se instala en el desafío constante a quien la ejerce.
Una suerte de prueba de auto superación, una auto competencia que les devuelve valía.
Una valía de la que adolecen.
Un cazador jamas se casa y abandona el juego.
Solo estaciona por un tiempo, y porque estar detenido pasa a ser una tortura recomienza su ritmo furtivo casi inmediatamente.
Cazadores de ambos sexos, sujetos que aún durante su luna de miel no abandonan el juego de una seducción a mansalva.
Nada detiene a alguien que en su instinto lleva la consigna de ganarse cuanta presa elija.
Eligen, apuntan y arrastran, sujetos consigo solo como trofeos.
Trofeos que olvidan arrumbados en sus repisas.
Poder, pasión, diversión, locura, romanticismo y protagonismo de héroe o heroína. Una imitación momentánea de un poder y una seguridad que no tienen.
Adrenalina, riesgo, juego y toda la aventura de lograr que ese otro quede hipnotizado utilizando una identidad fabricada con tal propósito manipulan los afectos como si fueran acciones de bolsa.
El vértigo pasa a ser condición imprescindible de todo inicio, tan reiterados que jamás llegan a consolidarse en un vínculo.
No existe el otro, todo vale y la mentira es el epicentro del sismo.
La cacería se inicia en un deseo propio y termina cuando este es saciado.
La insatisfacción da lugar a un nuevo ciclo.
Del romanticismo al desprecio y a la huída hay poco recorrido habitualmente.
Cazadores de presas lo son habitualmente de cuanto sujeto se acerque, trabajo, posibilidad, oportunismo llevado al extremo.
Un estilo insaciable de apetito que se transforma en un dolor de estómago muy pronto.
Nadie parece resistirse al hechizo seductor que se despliega con extremo cuidado.
El objetivo no es la conquista por lo conquistado, sino por la demostración de poder que le devuelve el hecho.
Sentirse más que los otros, el objetivo.
Distraídos de saber que quieren.
Quienes son o hubieran podido ser realmente.
Detrás de sujetos que solo inician con pasión historias, se hallan sujetos que solo pueden vivir solos. En la mirada egocéntrica, existe la absoluta discapacidad para incluirse en una historia de dos.
Ese otro jamás deberá decir, ni cambiar, ni pedir nada.
Ni bien cambia el monólogo unidireccional, le plantea al cazador un imposible.
Escuchar al otro.
Adaptarse a sus necesidades.
Modificar sus objetivos.
Negociar posiciones.
Imposibilitado de instalarse en forma vincular, solo se quedan mientras su poder ejerza magnetismo.
Y luego parten, evitando dar cuentas, hiriendo, o destruyendo su propio cuento de hadas para no ser seguidos.
Cubiertos de cosas materiales, rodeados de objetos atractivos, del brillo que utilizan como usaron los espejitos los españoles en la conquista...disimulan su vacío y la soledad de sus tiranías.
Seductores, que si no obtienen su presa sacan garras y dientes, dejan de lado protocolo y ceremonial por una abierta hostilidad cuyo objetivo es eliminar al sujeto que desafía su poder y voz de mando.
Tengan cuidado.
Hay muchos cazadores sueltos.
Tómense un tiempo, piensen y esperen, ni bien vean algo que brilla.
Es muy difícil caer atrapado si uno se mantiene atento.
La escenografía tarde o temprano deja ver que solo es una fachada.
Norma Echavarría
Copyright
6/5/2011