ADULTOS SIN MANUAL DE INSTRUCCIONES

Si sos un adulto con dificultades en tu organizacion, pero no por exceso de tareas sino por que sos capaz de hacer complejo lo mas sencillo, tal vez puedas encontrar algunas cosas utiles aqui.
Si sientes que un motor esta encendido sin poder silenciarlo, o que tu motivación se escurre y te aburres demasiado pronto... Si haces mil cosas pero pocas terminas...

Si las listas de tareas incompletas te superan, si quisieras tener un mes más en el año porque jamás llegas a tiempo, tal vez aqui te encuentres.
Si olvidas tus llaves, tus telefonos, tus compromisos, lo que te han dicho o ibas a decir....la cara del mozo, el nombre de la mujer de tu socio....estas en el horno si sos un adulto. Pero puede que tengas TDAH.
Si te sientes irresponsable, avergonzado, humillado y por sobre todo desconcertado porque por momentos tu funcionamiento parece exactamente igual que el del resto....
Tal vez aqui encuentres una pista. Si recuerdas el link...
Aquí estoy para a ayudarte a que lo recuerdes. Te espero en este espacio, para que entres, leas, comentes, compartas con otros y siempre regreses por mas!
Nos vemos
Norma Echavarria
Médica Psiquiatra

viernes, 19 de julio de 2013

Esperas esperadas


Hoy llegaba a la sala de espera como otras tantas veces.
Pero esta era diferente.
Había manejado hasta el consultorio.
Y hoy lo había hecho en su propio auto, y había esperado ansioso que llegase el momento, porque le gustaban sus encuentros ahora. Realmente sentía que servían y mucho.
Bastaba hacer algo de memoria, cosa que podía mas fácilmente, para ver miles de escenas que le recordaban tantas otras salas de espera en su archivo de registros.
Y en ninguna encontró sonrisas. En ninguna ganas de entrar, mas bien, excusas para faltar, o simplemente poner el cuerpo mientras su mente decidía no escuchar nada.
Aparecía la imagen de su madre siendo pequeño, que prácticamente a los tirones lo arrastraba para que entrase al consultorio de la psicopedagogía, o la psicóloga, o la pediatra, o también por que no a la dirección del colegio, cuya sala de espera conocía porque era visitante frecuente.

Y detestaba que el colegio ocupara todas las horas que él vivía cual encierro forzoso en esa escuela, sumadas las horas en los consultorios de algún terapeuta, que solo terminaban en enero.
 Salvo en el secundario, cuando la familia entera decidió abandonar la casa de veraneo, y quedarse custodiando su asistencia a media docena de profesores especiales.
Se generó una historia de culpabilidad frente a todo el resto, pero así lo dispusieron sus padres. El se acostumbró al estigma de chico problema.

El sintió siempre el ir a los consultorios como un castigo, a pesar de que todas, casi todas eran mujeres jóvenes. Creían seguramente que poner dibujitos y juguetes a él le iba a generar mayor atractivo.
Seguía sintiendo la misma opresión en el pecho que entonces, solo de recordar tanto sufrimiento.
Y solo recordar cuando la terapeuta quería tomarlo del brazo, le generaba espanto...esas manos lo persiguieron por años, dedos acusadores, sopapos del padre, apretones para traerlo de donde hubiese elegido esconderse...

Rabietas, enojo, furia, que en verdad escondían su enorme vergüenza y angustia.
Siempre marcando una diferencia.
La peor nota, todas las amonestaciones posibles le venían a su reporte.
Seguida por horas sentado en la mesa de la cocina, con la madre policía y comandante en jefe de la tarea, y su padre que llegaba cual Brigadier del Estado Mayor Conjunto, y bajaba castigos de su portafolios.
Y entonces, todo se tornaba predecible, mas reuniones, mas enojo del padre, mas llanto de la madre, mas sesiones con una terapeuta nueva, u otra
psicopedagoga que le ayude en su tarea. Y discursos, de pone ganas, no ves que entendes cuando te explican, no seas vago, prestá atención como cuando miras el partido...

Cambios de colegios, nuevos chicos, que sin saber por que razón de potenciales amigos pasaban a rechazarlo, o a burlarse de su comportamiento. Y obviamente no podía salir, porque debía tareas, o tenía que pasar tiempo con una "psi" algo, o ya nadie quería invitarlo.



Y luego sumado al combo terapéutico, que ocupaba muchas horas de su día, lo complicaron sus incursiones desastrosas de la adolescencia.

Fumar a escondidas, tomar lo que venga, robarse el auto del padre, manejar sin registro, comprarse marihuana para zafar de tanta presión se tornó un clásico, quedarse libre, repetir de año...
Quedar dado vuelta, sin que ya nadie lo rescate, fue algo así como un duro mensaje.

Ni bien se enteraron sus padres, apareció otro set de terapeutas, y da capo al fine. Nuevas salas de espera le esperaban.
Horas de monólogos, o sermones interminables, que cerraban agregándole mas horas de psicólogos, psicopedagogía, grupos de ayuda en adicciones, y le restaban horas al fútbol, o a salida con amigos.
Y un psiquiatra que decidió literalmente enchalecarlo.
Bombas farmacológicas que solo pretendían inmovilizarlo, dormido, encerrándolo en el interior de su cuerpo, de la mano de diagnósticos tan inadecuados como su tratamiento.
Nunca supieron que su cabeza seguía a mil km por hora pensando. Pero inmovilizando sus ganas, y su motricidad, les generó mayor capacidad de control al resto. Y fue cual una planta por casi 10 años.
Y mientras tanto sus hermanos, terminaron exitosamente el colegio, y también sus carreras universitarias, jugando el rol de modelos involuntarios de conducta adecuada.
Pobres ellos no tenían la culpa.
Eso ahora quedaba claro.
Pero llegó a odiarlos.
Claro, como no sentir bronca. Juan se recibió de Ingeniero en 5 años, y trabajaba en una multinacional, viajando por el mundo, pudo rápidamente hacerse de dinero. Y tenía un lindo auto, mientras el se colgaba del colectivo, y formó una familia, mientras él salió con 7 diferentes.
Y aparte , Juan vestía de forma muy convencional, no como él que jamás se sacaba esas remeras gastadas, o pantalones de bolsillos gigantes. Sonrió al pensar en esos increíbles aliados, porque le permitieron nunca mas perder la plata, las llaves o el teléfono.
María, ella fue diferente, no era tan buena alumna, pero se sentaba horas la pobre.
Era la que le cubría los desastres financieros mientras pudo, pero recibirse fue para colgar el título y subir el de madre.

Tantos recuerdos volvían porque quedaron grabados a fuego en su cerebro.
Sos un vago, nos servís para nada, a vos todo te importa tres belines, ( le decía su abuelo), algo que jamás entendió, era porque seguía siendo el centro de críticas y demandas. Saldo emocional, para que vivir si todos tienen una larga lista de reclamos, finalmente él también se había agregado a esa lista.

Tenía ahora otra sensación tan diferente que le hubiera gustado escribirla. Si no fuera porque aun le costaba organizarse, y porque temía no terminar otro de tantos proyectos, y deseaba cuidarse de la desilusión anunciada en su historia como un clásico.
Ahora había logrado entender que lo que le hizo la vida un caos, era tener y vivir con un problema biológico.
Siempre supo que era inteligente, eso le generó tanto o mas dolor que pensar que era un tarado. Porque cómo comprender el no hacer algo que uno mismo desea, sin mas explicación que el solo hecho de no hacerlo, era generador de mas angustia.
Hoy se cumplían 2 años de haber iniciado el tratamiento.
Y desde que empezó a ver los cambios, cosa que fue bastante rápido, se había encontrado con quien en verdad era.
Eso esa todo, siempre sentirse un impostor, le dio mucha vergüenza.
Pero hoy había logrado vivir conectado consigo mismo. Sostener un trabajo, responsabilizarse por las cuentas, medir sus impulsos, manejar sus desmotivaciones súbitas, su aburrimiento agudo.
Y hacerlo en algo así como él mencionaba un estado de conciencia plena. Ahora sabía lo que deseaba, y podía claramente diferenciarlo de lo que debía pero no le importaba nada.

Todo el tiempo, pudiendo manejar la motivación y hacerse responsable de sí mismo, le hacían sentirse un desconocido.
Dejar de culpabilizar al resto, por lo que él no lograba, le había dejado marcas, que ahora quería borrar. Martín su psiquiatra le decía que lentamente regrabaría otro mensaje en su cerebro, pues también aprendió a esperar, a tomarse mas tiempo, él  ser menos tirano con los otros.

Por momentos, una sonrisa se camuflaba en su cara,  al imaginarse yendo a buscar a cada una de las terapeutas que le robaron tantas horas de su infancia por desconocimiento de causa.
A sentarse de nuevo en cada sala de espera para dejarles algún artículo, o tal vez un libro, esos que pudo leer cuando le dijeron que su problema era el Déficit de Atención e Hiperactividad.
Una infancia perdida por la ignorancia le daba bronca. Mucha bronca.
Cómo hubiera sido su vida de saber que tenía TDAH antes?
Sabía que debía dejar el resentimiento. Pero también estaba en su lista. Una cosa por vez decía Martín.


                                                                 

                                                                     Se le había casi pasado el tiempo, cuando sintió una cálida
                                                                     mano sobre su hombro.      
Su psiquiatra lo iba a buscar, era su turno.
Se sentía tranquilo, confiado, y calmo.
Alguien podría aceptar que era feliz en cada uno de esos encuentros?
Una enorme sonrisa recíproca le recordaba el trabajo sobre la aceptación que tanto marcaba Martín su psiquiatra.

Bueno recordarlo, ahora que podía, que no todas las salas de espera eran iguales.




Norma C Echavarria
copyright
19 de julio 2013


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