Un año atrás este
mismo día del mes, yo estaba en Córdoba. Había ido a celebrar el cumpleaños de
mi madre, con el Sr con el que estaba saliendo. Después de mucho, Norma
enamorada, sonaba promisorio. Podría parecer apresurado, pero una madre de 91 y
un padre de 94 eran motivo suficiente para dejar protocolos de espera. Ya
teníamos presentación oficial con mis hijos así que no sonó nada loco proponerlo
y juntos hacerlo posible.
De hecho, fue un
hermoso fin de semana. Volví mas enamorada de lo que me había ido, con planes
para ir en febrero a algún sitio por esa misma zona juntos.
Soñé el 2019 como
un año de despegue, de cambios importantes, de grandes celebraciones. Era para
el horóscopo chino el año del Chancho, mi año.
Las celebraciones
son buenas, solo que había olvidado que a veces se arruinan y se transforman en
pesadillas.
En noviembre se
publicó oficialmente mi primer libro, y para disfrutar el proceso dejé la
presentación para abril. Un libro que estuvo detenido casi 10 años, parirlo era
un orgullo.
También ese mes se
complicó la situación de la venta de mi casa. Nuevo código de ordenamiento
urbano. Decidí participar, y exponer en la audiencia mi punto de vista, y adherirme
a limitar lo que consideramos varios vecinos un posible desborde urbano.
A mí otra vez me
hubiera convenido quedarme callada. Pero no puedo con mi genio. Terminamos armando
un plan de remodelación de mis consultorios, para prepararnos para el peor de
los escenarios. No poder venderla. Nada
mejor que tener un arquitecto al lado para darles vuelo. Empezaría la obra en
febrero.
Me sentí muy
orgullosa de hacer planes y no dejé que mis impulsos me desorganizaran.
Me senté a mirar
el futuro como quien mira el amanecer en el campo.
Llegó el libro,
después de múltiples demoras, volví a acomodarme decidiendo no engancharme en
la queja, agradeciendo haber dejado 5 meses para ponerlo en la escena pública.
Pero empezó el
2019 ya con indicios de que las cosas serían como luego fueron.
Navidad y año
nuevo anticiparon los momentos de desapariciones, y empezó el diluvio de
limones del cielo. El candidato definió una fuga silenciosa, que tuvo fin el 3
de enero.
¿Bienvenido 2019?
Al parecer seguían
sus castings, y tenía otra candidata a prueba. Me quedé con mucha angustia, me
sentí traicionada, engañada y lloré como hace años no hacía.
Ahora a la
distancia veo una reacción muy tonta y me avergüenza un poco, pero la vida
enseña que no vale sacar las escenas donde fracasamos, porque todas forman
parte de quienes somos.
Con mi angustia
tendría que lidiar solita, con la obra seguí adelante gracias a que Larita,
también arquitecta, apuntaló mi derrumbe. Al menos una parte.
En una fecha de
enero, llegó a mí una oferta irresistible, con la complicidad y el ok de mi
yerno, compré un pasaje para Nueva York para agosto. Otra vez premiaba mi
capacidad de espera. Estando a cargo de la economía sola, suelo dejarme al
final de la lista. Teniendo en cuenta que ocuparme de mi tristeza hubiera sido
prioritario, me postergué un poco, pero no llovían dólares, sino limones.
Pude si definir
tomarme unos días, una semana a las sierras, y partimos mis dos hijos y yo con
ganas de aire puro, descanso y abuelos.
Febrero arrancó con
un nuevo derrumbe: la salud de mi vieja. Fue un baldazo de agua fría ver cómo
había desmejorado. Poco pude descansar. Tuve que atenderla, y a eso sumemos lo difícil
que era nuestro vínculo. Agotada y doblemente angustiada, a los pocos días
estaba ya de vuelta, y mas aún enojada con ella por negarse a ir al Hospital.
Dos días mas
tarde estaba de regreso en Córdoba, viajando de urgencia.
Internación,
diagnóstico de metástasis pronóstico predecible, pero en tiempos inciertos.
Viviendo tan lejos, allí con mi hermano decidimos sacar el mapa y ambos
cambiamos el rumbo. Ella quería quedarse en su casa y yo estaba de acuerdo. Mi
hermano incondicional y ejecutivo, me ayudó y juntos los acompañamos todo el
tiempo. Allí me di cuenta que ella estaba paralizada de miedo.
Elegí cancelar un
día de consultorio, y viajé hasta abril cada semana, para hacerme presente. Iba
los jueves y regresaba el lunes a la noche o el martes a la mañana.
Eso en realidad
me llenó de calma.
Con la vida apuntalada,
pero al menos dentro de un esquema dejé un tiempo mi casa, lo que sentí mi
presente se puso en pausa. Mi trabajo, mis planes, mi libro, mis hijos, con todo lo que
pasaba también en sus vidas quedaron en segundo plano. Ellos solitos tuvieron
que subirse al puente de mando del portaaviones de Hidalgo, nuestra casa, y fue
demasiado.
No llegué a ver
el derrumbe por el que ellos pasaban, la facultad de Billy, la vuelta a la
anorexia de Luli, encubierta de intención vegana. No llegué a apuntalarlos, y ambos
tuvieron sus propios colapsos.
Sumándose nuevos desencuentros,
entró en escena una hermana que tenía en una caja de fotos. Una que aparece
para dar instrucciones, que tiene un baúl de excusas, y demasiada ausencia.
Cartón lleno.
Si tengo que ser
sincera, elegí acompañar a mis viejos, por puro egoísmo personal.
Necesitaba usar
ese tiempo, que sabía era muy poco, con la intención de ver si lograba perdonar
a mi madre y perdonar mi propia respuesta.
Fueron muchos
años de dolor y rechazo.
Fueron años de
vacío de amor y plenitud de críticas.
Me pregunté si no
era también una oportunidad para empezar a quererla. Es duro darte cuenta que
hay vínculos que están plantados, pero solo hacen sombra y nunca florecen si no
nos ocupamos de reconocerlos.
Era ésta una
oportunidad para pensarme diferente, para decirme que tal vez los planes que
tenemos en la vida son solamente una fantasía de ordenar nuestros miedos.
Miedo ante la
incertidumbre, miedo ante la impermanencia, miedo a perder lo que tenemos.
Fue una práctica
intensiva de desapego todo lo que siguió pasando.
Mi madre vivió
muerta de miedos y se murió sin querer saberlo.
Miedos e
inseguridades que la dejaron sin ocuparse de disfrutar, de relajarse, de volverse
libre. Miedos que juzgaron todo lo que yo hacía, y que solo provocaron en mi
respuesta el deseo fervoroso de romper cualquier cadena.
Jamás tuve ni
tengo miedo a la muerte.
La muerte me
eligió al parecer ya varias veces para acompañar a otros hasta prácticamente
abrirles la puerta.
Mi mamá murió el
5 de abril, y con su partida se inició el duro proceso de embalar la enorme
casa, un sinnúmero de recuerdos, y preparar la nueva etapa de mi padre mas
cerca.
Mi mamá murió y mi
único deseo era que lo hiciera en calma, sin miedo, sin extraños, en su propia
cama.
Siguió un mes de
emociones desbordantes, sumado a un trabajo que reclama obviamente, el 100% de
mi cerebro en eje.
Fui remando a
diario, mientras mis palas, mis remos quedaron juntando polvo en esa espera.
Allí me di cuenta
lo importante de saber cuales son nuestros espacios.
¿Es posible elegir
acaso alguno?
El viaje en
agosto a NY fue mi propio momento de madre. De cocinar, de esperarla al volver
del trabajo. Sencillo y profundo marcó la importancia de saber ocupar nuestros
lugares.
Sobrevino el
derrumbe de la economía. Después de agosto otra vez parecía que cuando yo
decido tomarme unos días, algún designio del destino elige cambiarme las cartas
y hacerme todo difícil.
Pero sostuve la
práctica de italiano. Y eso no es poco, llevo 290 días ininterrumpidos.
Tal vez porque el
sonido del Duolingo, me recuerdan esos dos meses juntas, tal vez porque me pide
solo 10´por día y es lo mas realista que dispongo para mí desde entonces. El italiano
nos permitió compartir un interés madre e hija.
Mamá me enseñó
muchas de las cosas que aprendí a hacer en casa.
El problema fue que
jamás pudimos hacerlas juntas.
Me fue
atravesando el año, y otro sitio postergado fue escribir, fue mi tiempo.
Ahora siento un
enorme temor de volver a preguntarme que deseo tengo para este año que pronto
comienza.
El 2019 se va y pensé
que mejor de todo fueron poder festejar los 95 del viejo, mis 60 y estar en
familia todos para acompañar a Luli a la salida de rendir su última materia.
Tesis casi lista, la Licenciada en Relaciones Internacionales nos tuvo a todos
menos Juli tirándole espuma.
Pero olvidé lo increíble
que fue poder despedir a mi madre y perdonarnos, tal vez porque el dolor del
momento en la familia y en su partida misma nos sacó de juego.
Olvidé lo
importante de soltar y de aceptar que a veces no se puede todo, y es bueno.
Fui atravesando
el año y volví tímidamente al río, elegí acompañar a mi padre todas las
semanas, y dejarle en claro que lo quiero sin condición alguna, y que respeto su
voluntad mientras puedo. Manejar fue un no rotundo, y me sentí obligada a
hacerlo.
¿Se me fue el año
que soñaba o realmente la vida nos patea el tablero cada vez que tenemos la arrogancia
de pensar en domesticarla? ¿Será que soy Virgo, o chancho de tierra?
¿O que me exigí y
me tuve que organizar como superviviente a un problema que solo genera caos, y crecí
en la utopía del control sin darme cuenta?
Vaya a saber prefiero
quedarme con las preguntas.
Luli se va a México,
y tener otra hija lejos, me deja pequeños orificios invisibles.
Ellos aprendieron
a elegir desde que nacieron y pudieron hacerlo.
Lo que viene con
las distancias es complejo, pero prefiero pensarla en pleno vuelo a su nueva
meta, sin saber exactamente como es que sigue. Tal vez ella empieza a soltarse
mas y pensar menos. Ojalá así sea.
¿Será que
esperaba un año de buenaventura, y no me di cuenta que lidiar con lo que nos
toca es parte de la vida y estar viva y sana es buenaventura en sí misma?
Para el 2020 esperaré
lo que el año me traiga.
Por ahora lo que
aprendí es que lo único que puedo hacer es responder y hacer limonada cuando lo
que me llueven son dos toneladas de limones juntos.
Será lo que sea,
y será siempre bueno estar allí con conciencia plena.
Norma Echavarría
Un poco antes de
terminar un año que no empezó.
15 de diciembre
2019
adore cada palabra. Y te admiro por poder resumir tu año de una manera tan poética. Creo que es gracioso cuando la gente se siente tan optimista por un nuevo año, nos pasa a todos en algún momento, hasta que te das cuenta que mas que vida estas en una montaña rusa de la que no te podes bajar.
ResponderEliminarGracias Anónimo.
EliminarNorma no sabés cuán identificada me sentí. También falleció mi mamá, con quien siempre tuvimos una relación difícil. Pero con mi hermano ya fallecido y mi hermana en el exterior me tocó la difícil tarea de acompañarla hasta el final con todo lo que conlleva. Incluyendo el después. Mi hijo lejos con mis únicos nietos y con una economía compleja que no me permite ir a conocer al último que además con solo 12 días tuvo que ser internado. En fin Norma es momento de tomar la vida como viene tratando de conservar la esperanza y el disfrute de lo que podamos. Te mando un beso y un mejor 2020.
ResponderEliminarQuerida Grace, de eso se trata todo. Soltar y responder cuando y como
ResponderEliminarSe pueda. Y si podes volar junto a esos hermosos enanos!! Beso y feliz año
Bravo, Norma, te sigo desde España. Qué gráficas son tus palabras.
ResponderEliminarDescribir, escribir...
"Me fue atravesando el año", en una frase reflejas todo el contexto.
Un abrazo,
Blanca
Que placer volver a leerte. Gracias Nor.
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