ADULTOS SIN MANUAL DE INSTRUCCIONES

Si sos un adulto con dificultades en tu organizacion, pero no por exceso de tareas sino por que sos capaz de hacer complejo lo mas sencillo, tal vez puedas encontrar algunas cosas utiles aqui.
Si sientes que un motor esta encendido sin poder silenciarlo, o que tu motivación se escurre y te aburres demasiado pronto... Si haces mil cosas pero pocas terminas...

Si las listas de tareas incompletas te superan, si quisieras tener un mes más en el año porque jamás llegas a tiempo, tal vez aqui te encuentres.
Si olvidas tus llaves, tus telefonos, tus compromisos, lo que te han dicho o ibas a decir....la cara del mozo, el nombre de la mujer de tu socio....estas en el horno si sos un adulto. Pero puede que tengas TDAH.
Si te sientes irresponsable, avergonzado, humillado y por sobre todo desconcertado porque por momentos tu funcionamiento parece exactamente igual que el del resto....
Tal vez aqui encuentres una pista. Si recuerdas el link...
Aquí estoy para a ayudarte a que lo recuerdes. Te espero en este espacio, para que entres, leas, comentes, compartas con otros y siempre regreses por mas!
Nos vemos
Norma Echavarria
Médica Psiquiatra

domingo, 2 de febrero de 2020

Tiempo de cambios.


La vida es una constante sucesión de cambios. Pero nos desayunamos tarde.



Siento que nos quedamos en algunas etapas acopiando cosas, títulos, estados.
Y nos engaña así la sensación de constancia cotidiana.
Nos ayuda a mentirnos cual conquistadores que se adueñan de unas tierras, olvidando que la vida es simplemente un viaje.
Partimos como locomotoras, y vamos enganchando vagones. No importa si uno o muchos.
Vamos tan concentrados en tirar de las formaciones (que aparte suelen ser pesadas), que olvidamos que en los vagones todo lo que sube se bajará tarde o temprano.

Hasta las locomotoras en medio del recorrido puede dejar de funcionar.

Nos instalamos en una casa, la amoblamos, le agregamos o le quitamos paredes, la pintamos, la usamos y volvemos a pintarla, y cambiamos lámparas, cubrecamas, modelos de heladera, televisores.
Compramos un auto pequeño para una familia pequeña, cambiamos por uno mas grande, porque los chicos, la abuela y el perro todos juntos no entran.


Compramos moisés, sillas de auto, cochecitos, sillas de comer, corralitos, practicunas, cambiadores, ponemos rejas a las piscinas y a las escaleras para luego sacarlas, compramos o adoptamos un perro, volvemos a pintar, ampliamos los espacios, miramos clasificados inmobiliarios para mudarnos: en el supuesto caso que podamos darnos esos lujos. 

Pronto volvemos a comprar cochecitos, y sillitas y todo recicla porque nos aventuramos a una segunda vuelta como padres. Y en mi caso repetí este ciclo cinco veces. Mi primer hijo se bajó demasiado pronto, y yo volví a desafiar el dolor de su partida invitando a otros cinco a subirse al recorrido. Mi locomotora nunca se detuvo mucho en ningún sitio, algo no demasiado bueno por cierto.

Así como les cuento es que siento vivimos con la sensación de estar recomenzando todo el tiempo.

Alimentamos una falsa seguridad al apegarnos a todo lo que sumamos.







Somos animales de costumbre: al poner la llave en la misma puerta, de la misma casa, con la misma numeración, caminar por las mismas calles.
En mi caso en el mismo vecindario por 28 años. Viví en mi casa, mas años que en ninguna otra.
Nos apegamos y nos aferramos tanto a nuestros barrios, que muchos de nosotros volvemos al sitio donde comenzó la historia de nuestros abuelos. Somos sentimentales hasta en eso.
Muchos mandan a sus hijos al mismo colegio al que fueron en su infancia, muchos transitamos la vida repitiendo tradiciones que nos ayudan a vivir esa ilusión de continuidad eterna.

El apego es un hábito que alimenta el dolor cuando aquello que tenemos aferrado cambia o inevitablemente se pierde.



Hace muchos años, al leer acerca de esto, sentía mucho rechazo a imaginar vivir en desapego. Lo interpreté en ese entonces como egoísmo en estado puro. No había entendido nada.

Ahora que he madurado en años y en experiencia, ahora entiendo que vivir en el apego es responsable del sufrimiento que alojamos en el alma cuando vamos tomando conciencia que nada era nuestro.
La vida es algo prestado.
Algo de lo que nos apropiamos, creyendo tener su posesión con escritura y todo, y somos solo inquilinos de todo.
Nuestros hijos son inquilinos, que en algún momento rescinden el contrato y parten a alquilar otro lugar del cual comprometerse y hacerse responsables.
Somos hijos cuando nuestros padres están vivos, y huérfanos cuando ellos parten. Así descrito ya de por sí suena triste.
Nos olvidamos cuando ellos mueren de sonreír por todo lo aprendido. De dar gracias por haberlos tenido con nosotros alimentando nuestro espíritu.
Lloramos porque el apego genera dolor, por eso.
Somos padres mientras criamos y nutrimos a nuestros hijos, mientras capitalicen lo que tienen que aprender. Ni bien abren sus alas y vuelan, nos toca tirar de una hilera de vagones vacíos.
Cuántos mas vagones acopiamos, mas pesa el vacío. Y volvemos a sentirnos tristes. Y añoramos esos días de infierno, cuando corrían por los pasillos, o nos despertaban porque se habían mojado en la cama. Y volvemos a vivir con dolor su ausencia. Maldito apego. Y muchos vuelven a vivir en el apego a los hijos de sus hijos. Y reciclan sus roles.

Por eso mientras escribo les cuento, que necesitamos tener las manos mas abiertas, pensando en términos de  impermanencia, desapego y transitoriedad.

La vida es un regalo divino, que quienes tenemos la dicha de transitar sanos y conscientes muchas veces desaprovechamos creyéndonos a salvo en ella. Una distracción imperdonable.

Pero no todas las personas con TDAH reaccionamos igual frente a los cambios.

Las transiciones pueden ser como una correntada de aire entre dos puestas abiertas. Nos atrapan, nos dan vuelta, nos marean, y eso a algunos les estresa, a otros les angustia, pero no son fáciles.

Para otros, los mas aventureros, (cazadores de acción) las transiciones pueden ser adictivas. Buscando cambios, jamás echan raíces en nada. Furtivos buscadores de novedades, se mudan, cambian de trabajo, cambian de rumbo. Sin cambios en su vida se deprimen, se enojan o se aburren.

Los cambios de todas formas son inevitables, quien desarrolle aversión o rechazo se verá en serios problemas. Los adictos a ellos deberán aprender que las etapas tienen tiempos de caducidad que no manejamos nosotros y hay que tener paciencia para transitarlas, el tiempo que cada una tenga.

A mí personalmente siempre me costaron las transiciones.
Y ahora estoy como caminando en medio de un sismo.
Me gusta la familiaridad en todo, me gusta caminar los lugares de mi historia.
Me gusta sentir pertenencia.
Pero los cambios son inevitables y buenos.  Y cada vez en el juego de la silla hay menos sillas donde sentarse.
¿Será que soy tierra y Virgo?
¿Será que estoy yo misma hoy teniendo que girar en mis talones y me da algo de zozobra?

Mi reflexión espero llegue a tiempo para muchos de los que están entretenidos convencidos de que ya tienen todo resuelto.
Para que se despierten.
Para que no teman.

No podemos echar raíces pues no seremos nunca un árbol.
Les recomiendo no detenerse demasiado a acopiar cosas, ni aferrarse demasiado a sus roles.
Ni de hijos, ni de padres, ni en su trabajo.
No somos lo que hacemos, no nos define nuestro título. Pues también todo eso es transitorio.

Simplemente somos quienes podemos ser si nos damos la chance de vernos.

El viaje entiendo hoy lo tenemos que hacer muy livianos, para estar muy atentos a nuestras oportunidades vivenciales, en lugar de construir decorados y escenografías costosas, invirtamos mucho tiempo en registrar el maravilloso recorrido que nos fue dado.

No te distraigas, no te aferres, no te quedes dormido, no temas.

Buena semana para todos
Namasté


Norma Echavarría
2 de febrero 2020

Y por si no te diste cuenta, las noches ya son mas frescas, porque es febrero.












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