Escuchar
el dolor y el sufrimiento de seres que presentan un problema que naciera con
ellos e ignoran, es un tema cotidiano en mi trabajo,
escuchar el dolor, la queja y la frustración de los que les aman, es
parte del repertorio que suena cuando los recibo a diario.
Difícilmente sea factible contarle a alguien acerca del Déficit Atencional y plantearles la posibilidad diagnóstica cuando con conciencia plena sienten que el problema
no lo tienen ellos.
Y la
verdad ellos no reconocen que algo de su accionar sea muchas veces un problema
identificable, que quien convive con ellos pueda describir como con lujo de detalles.
Y no es
cuestión de discutirlo porque ellos
son sobrevivientes activos o pasivos de discusiones cotidianas, desencuentros,
caras, miradas, desplantes, ausencias, etc.
Porque a
las conductas " motivadoras" de crisis, ellos las reconocen como
parte de quienes fueron siempre y siguen siendo.
Ser espontáneos, ocurrentes, arriesgados,
generosos, pródigos a veces, sociables,
activos, o relajados, olvidadizos, callados, inseguros o arrolladores, tímidos o seductores es una radiografía con su nombre.
Para
quien no se da cuenta aún del impacto en el entorno,
menos percibe el sufrimiento que su sí mismo experimenta, o bien lo
acepta mansamente como la cruz que ha de cargar obediente.
Todos,
todos sufren.
No es mi
trabajo otorgar un diagnóstico, como se entregaría un Oscar "al desastre", "la irresponsabilidad o la
desidia". ni como la nominación de Gran Hermano para ser desalojados de la casa, del
trabajo, del colegio, del grupo.... de donde sea que no los quieran.